Allí estaba, sentado, solo en una esquina de la cafetería, leyendo a Kafka y de vez en cuando sorbiendo el café con leche con dos sobrecitos de sacarina. Apoyado en el respaldo del sillón de madera sobre un cojín, piernas cruzadas y la luz directa del ventanal a mi izquierda con un letrero pegado, ‘’Mackiafé’’. Era por la mañana, había tres personas sentadas independientemente en sus mesas, cada uno absorto como yo en sus cosas, aquel con traje verde caqui y pelo blanco leyendo el periódico, aquella chica pelirroja con su té verde mirando por la ventana viendo la gente pasar, apoyada la cabeza sobre su mano izquierda y la otra recostada sobre la mesa, y por último un joven delgado pero amplio de espaldas, nada mas sentarse, pidió una magdalena de chocolate y un batido de vainilla, luego de esto sacó de su bolso de cuero gastado una libreta con una bolígrafo adosada en la espiral de esta, lo sacó y mirando por la ventana reiteradas veces comenzó a escribir. Seguí leyendo al margen...
En este blog describiré a través de párrafos de longitud indefinida la temporalidad de las afecciones que acontecen en mi. Sumergido en la cotidianeidad de las palabras de que estamos hechos lanzaré caricias y puñetazos por igual a aquellos espectros erógenos que relampaguean desde el estremecimiento del islote.