Partimos de las nueve de la tarde, una tarde de otoño.
-¡Joder! ¿Por qué cojones hace tanto frío en esta
casa?
-La luz está carísima. Ponte un abrigo.
-Pero, si estamos en una casa, en un hogar, ¿dónde
cojones está el sentimiento caluroso?
-Poniéndote el abrigo como yo lo tengo puesto.
No iban a ningún lado. Pensaban que todo a su
alrededor palidecería de un momento para otro. La factura de la luz, del agua,
los impuestos, el alquiler. Los caprichos cobraban la fuerza que les pertenecía
nominalmente. Al final, cada uno compartía los momentos del día mínimos. Comer,
cenar, y si coincidían las horas, desayunar. Lamentablemente ciertas partes de
la certeza empezaron a desmoronarse. No sabríamos indicarles con certeza, pero
sólo pasada la juventud de los niños de los 80’ hasta nuestros días nos hemos
percatado de un cierto comunismo perdido que emerge con pequeños gestos
cotidianos.
No, descuiden, no nos referimos a esos abrigos por una
abusiva factura. A lo que nos referimos es a la articulación certera de una
demanda que emerge de las fracturas de cierto hedonismo nihilista. Aquí, entre
nosotros, se plantean ciertas cuestiones que convendría aclarar antes de
proseguir. Mera cortesía con el lector.
No le haré dirigirse a textos nuestros, ni de otros
más allá. Ya tienen suficiente con googlear cada día cosas. Dejen a los
arqueólogos, eruditos, y demás entusiastas, descifrar los códigos secretos que
hay en estas páginas. No será como Joyce que en cierto delirio marcó una determinada
cantidad de años para ser estudiado. Aquí el espíritu es comparable a las obras
de Platón o Aristóteles, o tal vez futuros metafísicos en los que la oscuridad
ha abandonado todo plano estético y devino finalmente fuerza pagana y loca, que
con sus gestos se desprende de artilugios de la moral cristiana. Restan sólo
los vestigios de lo que una vez fue la communitas.
¿Cuál es este gesto de amor para con usted? Déjenos serle
franco, no estamos aquí para cambiarle la vida, sino para incitarle a hacerla.
En esta cotidianeidad que considerará opresiva, impotente, plagada de trabas,
de aros por los que pasar, como un león de circo o un elefante colgado cual
trofeo del mes, los ritmos no le acompañan, toda capacidad intuitiva se reduce
a la estratificación eficientista, productiva, etc., las inspiraciones que dan
la vida no necesariamente dan dinero, amplifican el espectro perceptivo, los
enjambres parecen modelos tridimensionales capaces de ser rotados en un espacio
vacío, fabricaciones a posteriori de controlados accidentes, partituras
escritas al momento de ser creadas por un grupo de jazz, imágenes que suelen
capturar el tiempo, dirigirlo/digerirlo por un puñado de segundos. “Hola,
¿tiene un minuto?”
Pasaremos de presentaciones, ya nos conocemos.
Nosotros solemos andar en el tren, en el metro, en coches particulares, por las
calles de tu ciudad, nos perdemos por los pueblos mejor que nadie, hallamos a
los nuestros en grandes metrópolis tal y como lo has hecho tu. No nos pierdes
de vista por hacer lo que haces. Sabes que estamos allí. Ellos lo saben, sino
no habría tantos medios, tanta cibernética, tantos dolores de cabeza con su
correspondiente pastilla, ni tantos suicidios sin sus estadísticas. La imagen
se nos presenta ampliada, vemos los espacios vacíos que están en los márgenes
de lo que llaman identidad. No consideramos nada de lo que piensa. Cada quien
no es un cuadro con sus biselados en los costados, ni tampoco una escultura.
Esos no son más que ejemplos de lo que es posible realizar y sinceramente, si
nos ponemos a mirar fijamente, no hallamos más que mierda. Es un proceso, por
no decir igual, semejante a aquel escatológico. Este mismo escrito está
manchado de mierda, semen, escupitajos, pus, vómito… ¿Acaso no pensaban que
fuese posible referirnos a dichos excedentes? ¿Pensaron que por tratarles de
usted no serían parte de la humanidad con la que se pintaron las paredes de las
cavernas? Las pinturas que no se conservaron tal vez hayan sido diluidas en el
tiempo debido al material con el que fueron creadas.
El aburrimiento puede pedir más, y más, y un poco más,
hasta despellejar a la bailarina como aquel Rajá, pero aquí nosotros nos
encaramos de otro modo. Somos conscientes de nuestro lugar en la sociedad,
somos conscientes de nuestra presencia, de los contratos que hemos firmado y
acordado, de las promesas que jamás cumpliremos porque ya estamos muertos. Aquí
se nos juega todo. Gritos desgarradores por afirmar ese pequeño espacio que
somos junto todos vosotros.
Si entráis en una discoteca, buscad la salida de
emergencia como nosotros. Luego haced lo que queráis. Pero estad atentos: hay
muchas cosas que pueden pasar allí dentro. Huele a gasolina y un potencial
fuego. Pero no crean que es para burn it down again, sino para una
hoguera, para darnos a conocer. No pierdan de vista los días que ya pasaron,
algo se viene escribiendo, algo vienen escribiendo.
Está muy bien reírse de uno mismo, al igual que
perdonarse en algún punto, pero siendo un pesimista práctico como somos,
considero que la vida podría dar más de sí. Cierto es que la risa, el tornar el
dolor en gracia no sólo objetiva, reduce, aplana, y permite vivir tranquilo,
pero eso no lo es todo. De hecho, con métodos menos catárticos somatizamos los
días (aquellos que olvidamos) para poder seguir consumiendo, cumpliendo con lso
mandatos del gran otro. Incluso usando cheats uno no hace más que
disfrutar de su totalidad. Realmente uno no puede vivir fuera, sólo en los
jodidos márgenes. De ahí la puerta de fuera, emergencias, exilios posibles,
fugas. Por favor, váyase.
¿Conectamos aquel pleno día de lluvia cuando,
perdidos, acordamos volver a vernos? La verdad nunca fue tan falsa, tal vez
fueron los nervios, la insensatez de nuestros sueños, la manutención cordial de
las distancias con nuestras pesadillas, los márgenes de nuestros traumas
sometidos a grados soportables de represión, los teatrillos familiares
desbordados por una angustia singular. La verdad, me gustaste mucho y,
sinceramente, quería follar contigo para saber cómo eras después de todo ese trabajo
maquínico. Ojalá pudiese hablar con cariño de las cosas que te importaban, de
los pequeños delirios cotidianos. Beberme las lágrimas de tus historias de
infancia, el dolor salado de córneas infernales. Contarnos las horas difíciles
en una atmósfera fácil. Sólo haría falta estar, nada de lógicas, pura expresión
inmanente, nada de transcedentalismos vacuos. Tu voz no tendría que deambular
por esos lugares cuando quieres ser escuchada.
Parece que estemos contando historias nuestras, pero
seguro que habrá habido alguna identificación parcial, algún rastro mnémico,
huellas, habrán revivificado espectros multifacéticos, poliformes, extraña
nostalgia continente de futuros en tránsito.
Expansión. Tal vez en eso consista. No, no en el
sentido en el que un imperio lo hace, ya Sir John Globb lo dejó claro: esa
empresa tiene un fin, así que déjate de joder y ponte a hacer otras cosas. Los
días seguirán pasando y no habremos aprendido nada. No, no nos malinterprete.
Nuestro lugar, como ya le dijimos, no dista del mismo que el suyo. Estamos por
todas partes, incluso usted forma parte de nosotros cuando hizo aquello que ya
sabe qué es. No, no somos la humanidad. Sabemos, por un mero cálculo que
nosotros no somos humanos, somos algo más. La humanidad es algo contra lo que
estamos destinados a acabar. Ya sea generando impresionantes tsunamis,
maravillosas bombas atómicas o las alucinantes de hidrógeno, ya sea tornando la
conciencia en un mero enjambre de recuerdos y algorítmicas deducciones de
nuestra personalidad por inteligencia artificial para ser duplicada y
transferida a cuerpos biónicos, reuniendo unos cuantos acólitos (lo mismo da su
inteligencia) para presentar una bella y nostálgica imagen documental de
suicidio en masa, o simple y llanamente acabar con uno mismo. La madre mónada
proveedora, hecha de millones de parcialidades, miembros desmembrados de
cuerpos abandonados, la sombra imposible del Big Bang, nun desconocido,
plena negrura ancestral, potencialidades malignas y devastadoras, nombran los
episódicos tartamudeos oníricos que sufrimos cada noche. Y cada día. La otra
cosa ya está ahí. Lo estuvo. Lo sigue estando. Nos has visto. Nosotros a
ti. Y si sigues leyendo esto, sólo para tu información: más te vale confiar en
tu complejo paranoide, andamos cerca. No te haremos daño, más que el que estés
dispuesto a hacerte.
Amamos el mandato divino del erotismo. No hay
superhombres aquí. Sobrevalorados sean sus encuentros y despreciados sus
valores modernos y transgresores. La ciencia y la tecnología no es más que una
forma más de morir. Pasaran unas cuantas décadas tras este escrito. Tal vez un
poco más. Pero esto no nos saca de la cabeza una idea molesta para todos: en
algún punto toda la humanidad se extinguirá. ¿Quieren perdurar? Lo que
perdurarán serán edificios devorados por la naturaleza. Animales por aquí y
allá. Más allá algún que otro cacharro espacial. He incluso cabe la
posibilidad, si estiramos más el tiempo, que este planeta no sea más que una
constante diana para asteroides. Lluvias de meteoritos. Han pasado casi 2500
años de historia cuya complejidad simbólica no ha hecho más que perfeccionarse.
Matemáticas, lingüística, cibernética, etc., serían unos pocos campos de
expansionismo. ¿Expansionismo de qué?
EXPANSIONISMO DE LO MISMO.
Son esos imperios a los que no pertenecemos. Nuestra
fuerza parte de otros manantiales, de otras presencias, otros espectros
sintéticos, maravillas fueron las que nos hicieron y es un honor ser
cuerpo-herramienta de un origen desconocido. Estas manos, brazos, piernas. El
vigor de mi verga empalmada, la exuberante lubricidad de una vagina, las venas
del cuello al gritar, cuerpos tensos y extremadamente relajados. Fluir como piedras
rodantes sobre la ladera nevada de una montaña. Guarden sus prejuicios. El
cuerpo puede muchas cosas, pero depende siempre de quién pregunte. Sé que no
son bobos. Sé que no son fáciles de engañar. Es más, ¿no creen que es difícil
hablarle a un sordo mientras duerme? Por eso fabricamos sueños, pesadillas.
Atentamos contra la propia constitución de sus traumas. Seguro que se uniría si
supiese que cuando hace lo que hace puede ser puesto al servicio de la creación
de dispositivos parasitarios. No queremos quemar nada. Recuerde la hoguera. No
nos gusta que nos pegue la guardia civil, ni la gendarmería, por eso no vamos a
las manifestaciones. Las calles en plena manifestación no distan de recreos de
primaria. Gente corriendo, jugando al pilla-pilla, uno le pegó a otro y van a
la profesora de guardia. Hay ciertas conductas que se repiten, sólo que
agregando cierta perversión. Ese más del Rajá conjurado sobre la piel/capa de
la bailarina.
Nos gusta tomarnos un café e insinuarnos. Somos unos
zorros y unas zorras. ¿Alguna vez han estudiado los movimientos de dicho animal
o algún animal siquiera? Es hermoso lo que de ello se puede extraer. Los
documentales generan narrativas mientras adormecen con cámaras lentas o planos
“imposibles”, cámaras nocturnas. No, no, no. Dense al encuentro. Estamos por
ahí. Nos movemos. Usted lo sabe. Nos aburrimos. Usted lo sabe. Escuchamos. No
lo puede dudar ni poner en duda. La fuerza de nuestro anonimato tal vez le deje
frío. Notará calor cuando andemos cerca. Podría sugerirle que preste atención a
aquellos momentos diarios en los que la bolsa escrotal o la vulva sea cierto
origen de un escalofrío localizado. La sensación electrizante que emerge marca
una llamada. Sí, es cierto, en nuestros días hay más vibraciones fantasma de
nuestros celulares que no lo que señalamos. Por eso está aquí, no lo olvide.
Algo le llama, no alguien. Recuerde que no estamos ahí
donde piensa sino donde siente. Notará una ligera presencia fantasmal, un
espectro siniestro invisible. Su percepción ha sido capturada por una dimensión
paralela. Un resquebrajamiento del espacio y el tiempo no ha hecho más que
encontrarse con usted. ¿Qué hará? Sepa usted que le confiere una presencia en
este mundo nunca antes sentida. Hay una verdad ética que se manifiesta ahí. ¿La
dejará pasar otra vez por ese autobús que “no puede perder”? ¿Quién le
hace dar vueltas así?
No, descuide, sabemos que es el capitalismo, hemos
leído a Marx, incluso sus Grundrisse, le ofrecemos la otra cosa
como una mera brecha rutinaria. Primero a de reconocerlo, luego poco a poco irá
haciendo otras cosas en nombre de la otra cosa. Es un camino raro ya que
nunca se atrevió a darle cabida en su vida. Tan raro como estar vivo. Morirá,
está claro. Nosotros también. ¿Qué hará? ¿Conseguir un trabajo, formalizar una
familia y ser enterrado con cervezas en su ataúd y un paquete de cigarrillos?
Algo debe sernos retribuido, ¿no cree?
Aquí tengo una pequeña duda que me surgió el otro día.
Más que duda, una propuesta. ¿Porqué no se crea un “bono filosofo”? Nos explicamos:
El bono filósofo consiste en ofrecer
ciertos beneficios a las empresas por formar un comité filosófico en el que se
incluyan diferentes licenciados, doctorados, etc., para discutir sobre los
propósitos de la empresa que se está llevando a cabo. Allí se pensará todo,
cada arista será tomada en consideración, cada empresa será una obra de arte.
No es una capa más sino un problema para las mismas empresas ya que demandan
eficiencia, rapidez, cash Flow, impacto, etc… Sería considerar a los filósofos del
mismo modo en el que se contrata a personas con discapacidad. Si existiese una
gráfica sería la siguiente:
Por un lado, tenemos a las personas con discapacidad,
en el centro sin, y al otro lado a los filósofos. Dependiendo del tamaño de la
empresa, la curva descenderá de distinto modo, es decir, adoptará un ángulo
diferente. Cuanto más grande sea la empresa más grados habrá, cuanto menos,
menos. Se refleja así la responsabilidad correspondiente al impacto sobre el
conjunto de la sociedad.
Los filósofos tendrían que participar en las empresas.
Primero podría introducirse como una forma más del neoliberalismo para
limpiarle el rostro al humanismo capitalista pero realmente hay una vuelta de
tuerca: es un gesto irreversible. No se trata de meros comités de ética
o bioética. En los departamentos de filosofía de las empresas se tratarían todo
tipo de proyectos pretendidamente aprobados por los directivos. La palabra de
los filósofos no está antes, o durante, sino al final. El departamento de filosofía
de las empresas es el boss final. El cometido del comité es aquel que se dé a
sí mismo. No debe temer las represalias de sus superiores ya que para echarlo
debe haber una justificación pertinente, sumamente exhaustiva, que muestre las
causas del despido. Cada empresa, definitivamente, yuxtapondría las virtudes de
lo arcaico con la eficacia hipermoderna.
Con este bono, lo que pretendemos no es acelerar los
procesos de desintegración social, sino agitar el enjambre. El avispero yace en
el suelo muerto de asco. Las sociedades democráticas actuales no parecieran más
que repetirse año tras año en una pantomima. Nosotros negamos que nuestra única
vía de actuación sea por ese minúsculo espacio que permiten las democracias.
Los estados son enteramente técnicos, no precisan de políticos ni cámaras de
diputados. La estructura se mantuvo sin gobierno en Italia y España durante
meses. Todo el aparato burocrático se mantuvo estable y funcionando, sólo
faltaba alguien sobre quien echar las culpas e ir pensando el voto del
siguiente candidato. ¡Dejaos de mierdas e id a votar!
Votar en blanco es el signo de los tiempos. La
abstención en el voto no implica, al menos en este caso, encarnar a Bartleby
sino la atrofia cerebral y entumecida tras ver demasiados documentales en
Netflix. La presencia del escribiente desborda el votar. Bartleby sabe dónde “I
would prefer not to” puede llegar a surtir efectos devastadores. No en un
hipócrita “no creo en la democracia, así manifiesto mi desagrado”. Para
nosotros es lo mismo que ir a una manifestación, recibir palos de la policía, y
volver a casa con moratones, titulares que encabezan con “Brutalidad
policial” sin agregar un subtítulo como “lo que todos esperábamos”.
Si en Estados Unidos puedes comprar un arma y
munición, no es para reunirte con unos pocos para montar una guerra civil, eso
destrozaría todo lo bueno que ya está hecho. En su lugar, las armas se usan en
casos concretos y asimétricos. Del mismo modo que los votos en Europa, hay
momentos en los que usarlos y otros que no. Usualmente es recomendable ir a
votar. En Argentina, nosotros tenemos que votar obligatoriamente. No hay
escapatoria. En España podría usarse ese poder que resta (votar o no votar) de
otro modo y no uno tan gilipollas.
Con el título de este escrito, que ya termina, no sólo
hacemos referencia a la letra de una canción maravillosa de The Talking
Heads, sino que afirmamos que vamos, avanzamos. Estamos cerca de ti aunque
no nos huelas, ya estás siendo olido. No te preocupes por aquello. Siguen los
ojos sobre ti aunque estés solo en tu cuarto. Formamos parte de la sombra de
ese Gran Otro que te produce ansiedad. Marcamos la diferencia lo
suficientemente minúscula para poder espiarte. Nosotros no te vigilamos, te
disfrutamos. Gozamos de que no nos veas. Aunque hubo veces que parecía que nos
mirabas fijamente a los ojos y estabas a punto de empezar a distinguirte de lo
mismo y provisorio del espectáculo y sus focos, no te juzgamos, nuestra
naturaleza no entiende el juicio sólo detecta la estupidez que desbordan las imago
introyectadas, los poderes estratificados, etc., estamos aquí para
recordarte el abismo que hay delante. Vivir una comedia es difícil. Cuesta reír
cuando ya están las risas enlatadas para hacerlo por ti. Pero aquí estamos, no
te abandonamos. Somos el silencio de la escucha cuando llamas a Atención al
Suicidio y la intimidad de la voz de tu conciencia.
Vamos juntos hasta la muerte. Reírse no es pecado,
sino el inicio de una nueva religión inmanente.
Comentarios
Publicar un comentario