Supongamos primeramente que la imaginación
interpreta el papel del loco, culturalmente entendido como aquel que dista de
la normalidad establecida por esta, digamos que su comportamiento es anómalo,
por comparación a la normalidad. Sus movimientos se dirigen hacia aquello que su mente crea sin
cesar, por ejemplo, la celopatía que pueden poseer personas posesivas e incluso
el considerarse juzgado antes incluso de abrir la boca, dicho de otro modo, se
contrae en el miedo que gesta la imaginación, las imágenes de un futuro aún no
realizado, mejor dicho, real.
Pero por correlato vemos que no
siempre la imaginación marcha sola con su delirio, sino que muchas de estas
veces se basa o da certeza a aquello que se considera instinto, lo cual otorga
notoriedad a aquello imaginado, por consiguiente podemos decir que la
imaginación tiene recursos para hacer de ella una realidad, aunque ficticia,
realidad.
Seguido a esto, la imaginación
influye también en, sino directamente, sobre la misma emoción del cual genera imágenes
pintadas con materiales basados en creencias para sí mismo tangibles, por
ejemplo, la intuición como dijimos antes, la superstición relacionada
directamente con la fe, o todos los derivados de estructuraciones pseudo empíricas.
La emoción concretamente en este punto es lo que detona para sí la actividad neurótica,
es decir, la imagen mental concreta de aquello que nos hiere. Pero ¿Por qué algo
que nos hiere y no algo que nos contenta? Porque como se puede comprobar automáticamente
la mente genera aquello de lo cual debemos huir, o en cierto modo afrontar,
poner delante, por decirlo de alguna manera, la mente es muy directa, tanto que
por ejemplo en el caso del amante celoso, lo que se imagina cuando no tiene a
buen recaudo a su pareja es la imagen de esta en las posturas más grotescamente
sexuales posibles, digamos que deja de ser sí mismo para convertirse en una emoción
a causa de la imagen creada por la imaginación.
Aquí nos surge otra cuestión, ¿Estas
imágenes son producto de una divagación, una abstracción mental como puede
serlo una obra dadaísta cuyo fin solo es la provocación del espectador, o bien
es una híper-construcción mediante la relación inconsciente entre miedos que
constituyen al yo como ente con biografía? Por un lado vemos como una alerta
del mismo aparato mental hacia algo que puede dañarnos en un futuro si no nos precavemos
de hacer algo por ello, de allí que el bloqueo emocional surja, es decir, la
alerta que da la mente sobre algún peligro a evitar para no sufrir puede ser
tan impactante que no podemos actuar conscientemente y sino que los actos
consecuentes son pura emoción inconsciente, de allí la agresividad, el
descontrol de sí, el desenfreno… Por el otro lado a consecuencia de esto, vemos
que la segunda premisa puede ser motivo o no de definición de la imagen que se
genera. La biografía de cada cual puede ser el constituyente del miedo, que nos
empuja a actuar, por ejemplo, a mi mente en cualquier momento llegan a mí imágenes
de pobreza, de mi pobreza cruenta, viviendo bajo un puente, pidiendo a amigos,
haciendo lo imposible por intentar comer algo caliente o incluso comer algo, de
allí la desesperación por no acabar así, de allí el miedo a acabar así, de allí
el principio de un acto.
En resumidas cuentas, creo tras
esta breve explicación, que el límite entre la realidad y la imaginación se encarna
en el acto. Digamos, por ejemplo para definir mejor esto, que hay dos
fronteras, ambas pertenecen a la imaginación, una de ellas, genera aquello que
no quiere volver a repetir, por ejemplo, nadie quiere volver a doblarse el dedo
recibiendo un pase de un amigo con el cual estás jugando a básquet, o algo
similar a ello, que recuerde el dolor o inclusive el placer, porque hay incluso
miedo a no controlarse en manos de la satisfacción que pueda llegar a tener, y que
ello produzca ansiedad o reniegue de practicar determinadas prácticas sexuales o
lúdicas. La otra porción pertenece a la generación de imágenes de aquello que
aún no se ha vivido sino que por empatía se ha hecho propio, por ejemplo, la
pobreza de la cual hablaba antes. También aquí se crean imágenes que provienen
de un constructo generalizado, muy relacionado con lo anterior dicho, por
ejemplo, si a lo largo de mi vida mis padres, mis abuelos, mis tíos, los
profesores o todo aquel que tenga cierto carácter autoritario me repita
indirecta o directamente, no has de ser un inepto, ni comportarte como un imbécil,
mi comportamiento se verá adaptado a dicho fustigamiento dialectal, y por
consiguiente, las construcciones que deposite en esta frontera serán producto
de una generalización que harán de una creencia generalizada algo propio, por
lo que la libertad de conciencia solo llega en aquel momento en el cual la
realidad nos sorprende y nos muestra a nuestros padres haciendo el imbécil o a
nuestros profesores dando clases con resaca.
Ahora, ya definidas ambas
fronteras, nos queda un último punto, el espacio infinitesimal que se haya
entre ambas. Esa es la realidad, y se compone de ambas fronteras, las une,
mediante el acto, puesto que con el acto se condensan tanto la imaginación, el
miedo, la esperanza, la emoción y el coraje. Por lo tanto, para finalizar,
vemos que el límite se encuentra en nosotros mismos y en la relación que
podamos mantener con lo físico, es decir, materializar aquello producido por la
imaginación, mediante el acto, y este inclusive puede ser un pensamiento solo,
dicho de otro modo, el movimiento tanto físico como racional es en sí un
actuar.
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