Me piden que agregue un nuevo futuro, pero no un futuro cualquiera sino uno que venga de algún lado. De hecho, me puse a pensar, ¿acaso puede haber un futuro, una extensión, sin partir de algo? Es raro. Es raro aquel post, aquello que supera, trasciende, deja atrás, etc., a aquello que ya parece mostrar sus inconsistencias salvaguardadas con patchwork o demasiada pasión por lo suyo como rezaba esa serie de sketches de Muchachada Nui.
¿Qué quiere este post? ¿Para qué uno nuevo, uno brand new?
Los hijos, ¿realmente son mejores que los padres o una versión más neurótica de lo heredado? ¿Qué quiero decir con esto? Varios casos he leído y escuchado de psicoanalistas, directos de consulta o indirectos de teatro, literatura y música, que señalan un impase. ¿Un impase? Si, un parón, una sequía, una estadía, una quietud, etc… No por ello me refiero a un inmovilismo, sino más bien a una tontería muy suya, una pasión demasiado propia donde el coraje, la valentía, el esfuerzo y la dedicación no son nada sin el deseo ferviente y evocado, centrado, fijado, clavado.
Esta potencia dirigida, como un puño de Bruce Lee, se asemeja a la violencia con la que baja una porra o cae, cumpliendo con el 9,8 de la gravedad, un escombro sobre algo contra lo que resistir. Escombros de una mueca grácil, una vieja empobrecida que roza con sus dedos el los hilos de la nada postmortem. ¿Cómo? ¿Qué cojones dices?
Veamos. ¿Tenemos claro que los conceptos de psicoanálisis sirven para la clínica y para su comentario en los círculos, campos o asociaciones de analistas, y que sacarlos de allí no es más que un modo propagandístico del mismo? Que Derrida siente a varios personajes de la historia de la filosofía en el diván es un saber popular y popularizado por aquello que forman lo populable. Pero, ¿qué significa sentar en el diván a alguien? Supone, por parte del analizante, tras haber aceptado la propuesta, la habilitación del analista, de pasar de las entrevistas cara a cara a la libre asociación recostado en el diván. Mirar la cara del otro supone enfrentar la decepción, una molestia, estorbo. La caída de la posibilidad de la cura. Tiempo. Dinero. Más dinero que tiempo. Y así hasta que, en determinado momento, el deseo de devenir analista por parte del analizante (asunción del dispositivo analítico) pase a un nuevo estrato presencia. Y, ¿qué tiene que ver esto con lo que decías más arriba del impase? ¿Eres tonto?
Lo que creo es que ese impase es el tiempo que se da, no sólo de pasar de la entrevista cara a cara, ya habiendo sido habilitado, al diván, sino aquel en el que el reconocimiento de lo heredado se hace efectivamente presente. Obviamente uno puede decir “sí, mi madre/padre es igual” o “mi hermana/o es igual que mi tía/o” y así un montón de equivalencias que no hacen más que neurotizar una serie de procedimientos maquínicos y fragmentos que componen esa imago que se persigue, por la que uno se desvive, esfuerza, golpea y se deja galopar. El impase, es inevitablemente político. El impase es la manutención de una forma-de-vida concretamente generalizada. El progreso espiritual propio de este (ya famoso de tanto nombrarlo) impase no es más que el abandono de sí a una máquina trituradora de la singularidad, de la posibilidad del acontecimiento. ¿En serio? ¿Una máquina trituradora? Sí, MÁQUINA TRITURADORA. En lo que consiste básicamente es en triturar. ¿No me digas que no sabes que significa triturar?
Triturar, proveniente de la palabra en latín triturare no sólo significa trillar o batir, sino también torturar, atormentar a alguien. De hecho, la raíz indoeuropea, terére, se refiere a girar, tornar, etc., y trauma, que, como probablemente se sepa, indica herida. De este modo, maquinaria trituradora del progreso espiritual, no es la que provoca un trauma, la que de frotarse con las figuras místicas o panteónicas da como resultado una experiencia sexual disruptiva dentro del adecuado desarrollo del infante. No, nada de eso. Lo que ofrece el progreso espiritual es justamente aquello que mencione antes: el juego de las equivalencias.
El juego de las equivalencia, perdón por si no se entiende nada (es la intención aquí), consiste en el reconocimiento de las herencias pero al mismo tiempo la renegación de las mismas por ser completamente incomprensibles. Uno puede decir “soy igual que mi madre/padre” estableciendo la equivalencia, pero no teniendo ni idea de que es eso que sabe heredado. A nivel inconsciente está claro que se hace eso, y al nivel de consciencia se intenta dar un sentido a aquello que se hace, es decir, hago eso porque X y “tiene todo el sentido del mundo, ¿o no?”.
Impase, demasiada pasión por lo suyo, juego de equivalencias, maquinaria trituradora… ¿a dónde quieres llegar? No, no se trata de una teleología la escritura. En cada frase hay una conexión con distintos deber ser. Del ser proviene el deber ser, ¿no? Y, ¿viceversa? ¿Sabrán que hace falta bastantes fuerzas militares para que eso se mantenga estable?
¿Qué es eso? Eso es lo que tiene que mantenerse así. ¿Cómo? Joder, el impase, demasiada pasión por lo suyo, juego de equivalencias, maquinaria trituradora… A ver, está claro que puedo sacar una infinidad de palabros que se refieran a la misma idea que se está tratando desde el principio: Add New Post.
¿Para qué querría agregar un nuevo pasado al futuro? Cuando digo “ese es el futuro que quiero” se comete el engaño, un poco tramposo, de asumir que el futuro es un dato cuando lo que es en realidad es la estructuración del metadato. Pero, ¿qué es un dato? Un dato, datum, es la cosa dada, aquello que se da. Por consiguiente, el metadato es la especulación de un dato en base a, aquí me pongo humeano, de lo datado mnémicamente. Por hacerlo más sencillo, el dato es la información que se extrae de lo que ha pasado, mientras que el metadato es aquel conjunto de categorías empleadas para definir aquel dato como tal. El hecho es más rico que la interpretación, por el simple hecho de que el metadato participa de éste y no tanto el dato, de hecho el dato, la interpretación, que pone en funcionamiento los metadatos, no hace más que fijar, seccionar, triturar el hecho.
Sí, lo sé, lo del dato y el metadato parece una patillada, pero estoy intentando explicar algo muy específico, tanto que pareciera escaparse entre cada intento que hago por conceptualizarlo.
Agregados a este periplo los conceptos de dato y metadato, convendría en preguntarnos lo siguiente: ¿puede conocerse el metadato? Apesta esto a kantismo básico. Veamos si puedo formular la pregunta de otra forma, ¿es posible un pasado sin futuro? O dicho de otro modo, ¿puedo pensar en el futuro sin transitar por el pasado? Una más, ¿puede la proyección futura no devenir pasado?
Los dibujos, caricaturas con las que la Unión Soviética veía el futuro; la tecnología rancia de esos equipos de IBM de las películas de ciencia ficción de los 70’s en adelante; y en general, lo brillante de ese futuro robótico, tecnológico, casi mágico, ¿no está tremendamente cargado de pasado?
¿Entonces qué quieres Juan? ¿Qué estás buscando? ¿Una precisión futurista que, bajo ningún concepto, llegue a realizarse? ¿Un imposible de lo imposible? ¿Estirar una imagen infinitamente permitiéndole cubrir cualquier imagen finita del futuro? En resumidas cuentas, si creo saber por donde vas, ¿quieres hacer una fenomenología del futuro o una futurología?
Supongo que si. Al final, ¿no estábamos hablando de dónde viene la idea de añadir un nuevo post? Pero, ¿cómo comenzar un estudio de semejante calado? Podríamos ahondar en la “metodología” fenomenológica, en la que, realizando una fijación, epoché, reducción y alteridad, podría sacar alguna descripción apática del fenómeno del pensamiento futuro pero, ¿de qué serviría una descripción así? ¿Se la quedarán los neurofenomenólogos? Estamos jodidos.
¿Cómo hablar pues de lo que se escapa, de lo inconcebible, de lo que no se puede ni siquiera articular con palabras, tal vez con números, pero aún así nada?
¿Y si se miran las tensiones? Haría falta vigilar ahí. La cuestión reside en no pecar del juego de las herencias, es decir, no hacer del dato un metadato. Si el futuro es una posibilidad, algo que se puede pensar, imaginar, proyectar, incluso trasmitir a otro (con todos los inconvenientes que esa tarea pueda conllevar), ¿qué es lo imposible? Lo imposible es, por ejemplo, representar un circulo cuadrado. Bien, vale, pero en la vida diaria, ¿qué es lo imposible? Ser inmortal o que le toque la lotería a tantos participantes como millones se repartan. Bueno, aquí lo post, el agregado, viene a apoyarse en la herencia de la mortandad y de la pobreza económica generalizada. Ese imposible es un post-posible, se intenta escapar de un pasado para crear una línea nueva, un nuevo pasado. Ese nuevo pasado que se intenta crear (con el descubrimiento de la inmortalidad o el de la riqueza monetaria generalizada y el consecuente colapso del sistema), no se plantea un futuro mejor sino un pasado distinto.
Para cerrar esto que está quedando muy largo: olvidar no consiste en tener un futuro mejor, sino en aprender a soltar. Lo sé, no es muy filosófico lo que acabo de decir. Aunque, no sabía que estuviese hablando 24/7 sobre filosofía de forma tan expuesta, más bien pensé que el mismo rol de la filosofía se resume en un acto, en la traslación de un saber superficial a uno más hondo, que no necesariamente se refiera al estudio de las causas, las estructuras o la ideología, sino al mismo gesto poético con el que se elabora lo interesante como puede ser “¿Cómo olvidar?”, entre otras cosas.
Así que ya saben, cuando les pregunten donde se ven de aquí a cinco años o bien pueden recurrir a un pasado reincidente para proyectar un futuro mejor por la vía de la antagonía, o bien ficcionalizar un futuro que remita al un plano inconsciente de actuación, allá donde el acto se manifiesta y no tanto el sentido aurático del melancólico. Dicho con otras palabras, lo real del sentido de la realidad o “Tu madre se comió a mi perro”.
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