Inspirado por un susurro electrizante. En mi oreja.
Todo el escalofrío recorre la piel. La carne se estremece.
El ventilador suena mientras funciona. ¿Acaso todos
los objetos requieren un sacrificio? Los verbos crean un espacio para que la
realidad se colapso junto al deseo. El resultado, como si mirásemos una olla de
agua caliente y aceite hirviendo, se decide cuando ya se tenga suficiente de
uno de ambos. Placer y realidad, siempre tejiendo la realidad del dolor.
La génesis del lenguaje rompe a llorar cada dos por
tres (6, el domingo le importa todo un carajo). No sabe quién es su creador y,
a cada rato, ve que sus fanáticos seguidores, se equivocan en su uso. Está
hecho de fallos. No creo que algún über-Wittgenstein nos salve de los enredos
del lenguaje. Condena y salvación. Un parque de valles de lágrimas.
Contraceptivos por doquier. Inseminando quietud,
estatismo, esperanza. Las campanas suenan en la iglesia, se va a celebrar otro
rito. ¿Acaso soy el único que ve que les falta algo de música de ascensor a
esos encuentros? Si, ya sé, mi falta, mi realidad agujereada.
Aceleremos el proceso camuflado.
La patria suena desubicada todo el rato. ¿Porqué hay
gente que sigue defendiendo eso? La aglutinación de lo real se da
mediante el concepto vacío. Allá todos van a poner su maldita personalidad ya
sea en torno a un no saber (trauma) o una sublimación del mismo no saber (otra
cosa).
“Las hendiduras de tu cara me recuerdan a mi ex”
La hospitalización de las neurociencias recibió la
visita de sus amigas con las que compartía interdisciplina. Todo quedó
arreglado con un poco más de secretarismo. A ver, ¿no se ve que la tendencia
natural de las grandes compañías es a la generación de un movimiento especular,
una imagen, que justifica su propia existencia criminal? Criminal en el sentido
en el que alguien de dentro diría “¡Joder, no me extraña, estando el
país como está!”. ¿Qué pasaría si la afinidad moviese a los
consumidores? ¿Existirían? Consumir implica consumirse, pero si el se queda
sujeto a las determinaciones de la afinidad, ¿acaso no hablaría con el vecino? Si,
si, incluso por internet, por esa parte oculta desde luego.
Los gatos, los perros, los cerdos, los lobos, los
elefantes, los de la categoría de cuadrúpedo y mamífero, se quedan ahí,
tumbados, en algún sitio fresquito. Los animales no esperan. ¿Qué hacemos
nosotros cuando decimos que esperamos?
La espera.
“¡Joder! ¡Ya son las 10! ¡Mierda llego tarde!” “Quédate
un rato más Juan, por favor”
Salió corriendo sin cerrar la puerta. Con ella
entreabierta la brisa se infiltró bajo las piernas de la bella muchacha.
“Y ahora, ¿qué hago?”
La espera aparece. La madriguera no existe, pero si las
comunidades en las redes sociales y los centros comerciales y las carreras contra
el cáncer, las celebraciones privadas de grupos elitistas de BDSM, las
reuniones clandestinas de revolucionarios en lugares públicos. ¡Joder! ¡Tienes
el grandioso vertedero de mierda llamado cultura! Auto-referencial,
productor de aglutinantes, ungüentos ante la soledad, y un gran base de datos
(siempre en ampliación) de las pasiones humanas. La cultura es enciclopédica.
Las Tortugas Ninja.
Somos hábiles en mezclar cosas que, de buenas a
primeras no parecen encajar. De malas a segundas se vuelve a intentar y pasan a
primera. Woody Allen decía algo así como que el éxito se halla en cierta
cantidad de porcentajes: el mayor la insistencia, el resto minúsculo, casi
ridículo, la verdadera potencia creadora. Me viene a la cabeza la canción de Tears for Fears, Everybody
want to rule the world. Ese everybody, ¿quién cojones
lo sostiene? Seguro que los imbéciles esos tienen nombres. Menudos tarados. La
humanidad no existe, Hume lo dejó clarito.
Filosofía experimental.
Guardando las distancias me retiro de nuevo. Tengo que
respirar para seguir vivo, mi aparato automático hace lo suyo, incluso cuando “fallo”, él acierta.
Comentarios
Publicar un comentario