tranquilamente el anquilosado
espíritu halló una cueva a la que pudo llamar casa. tras el bombardeo de
símbolos sus agujeros le hicieron sentir amenazado. la resistencia le empujó a
la soledad y en con cierta concupiscencia encontró un refugio en la lectura de
clásicos. era una lectura errática por diferentes gigantes. de T.S. Elliot
saltó a Aristóteles, para acabar en las mariposas con olor a azufre de Cioran y
el ánimo reticular ante la cabalgante tendencia nihilista de los tiempos
modernos de la escritura de Nietzsche. había algunos que los lanzaba y no los
leía. por distintas razones. dejó de leer a Neruda y a Borges. agarró a Freud y
lo cambió por Lacan. y a este último lo abandonó cuando encontró un libro de
Bukowski. pero, uno se pregunta, ¿de dónde saca esos libros? su padre, Juan, dejó
una maleta antes de marcharse del país. viéndose el espíritu anquilosado en
tremenda soledad recordó la de su padre y con coraje abrió la maleta.
preguntas y más preguntas
seguramente azoten la cabeza del neurótico y su necesidad imperiosa. sólo diré
que allí estaba. con la luz de la mañana y el ruido del bosque urbano levantaba
su cabeza. preparaba un desayuno ligero para ir a por su comida y retornar después
de unas horas con suministros para unos días más. la lectura le quitaba el hambre
y devolvía a la muerte a tres metros bajo tierra. por la noche, dentro de la
cueva y con una hoguera a escasos metros de la entrada, leía los dichosos
libros hasta quedarse dormido. la angustia, es verdad, le azotaba a veces, y la
crisis empezaba por una simple pregunta, “¿para qué seguir con esto si al final…?”
hasta que su barriga hacía un ruido molesto y destronaba la presentificación de
la muerte. salía a por algo más que vida.
tenía un diario en el que
anotaba sus pensamientos. casi siempre estaba contaminado por lo que en ese
momento leía o, como un cuenta gotas, se le repetía de lecturas pasadas. algo
que insistía. deambulaba entre confesiones personales, arranques de ira y
autoflagelación detallada, martirios manifiestos y monstruosas creaciones
artísticas que finalizan como lo haría una pelota de pinball tras conseguir una
alta puntuación. escribía al Sol caliente y a la templanza de la noche. por suerte
esto está siendo escrito en primavera. primavera no muy lejos de la línea del
ecuador. una meseta de las miles. las palabras corrían con la tinta de los
bolígrafos. llevaría a estas alturas unas 700 páginas si seguimos su ritmo. sí,
está muerto. murió de inanición hace unos días. su cadáver ya no está ahí. la
maleta está abierta e intacta, al igual que el punto de libro y los restos de
madera quemada. aun así, sigo.
había días en los que
intentaba contrastar sus pensamientos con la realidad. la soledad le angustiaba.
y el teatro de Shakespeare no hacía más que recordarle que había más gente por
allá. él, al igual que muchos jóvenes desempleados decidieron tomar un rumbo
poco imaginable. de la fábrica de sentidos humana y su apropiación consecuente
con la equivalencia capitalista todo parecía recaer sobre el poder de la
inventiva. algunos pensaron en la inversión multitudinaria en las llamadas eco-aldeas,
otros más optimistas inventaron un término que recuerda a Metrópolis: Tecnópolis. un grupo de ingenieros, muchos
especializados en lo suyo y algunos pocos transversales, crearon una corriente
bastante potente en su momento. pero acabó con la vida de unos cuantos. algunos
por suerte fue orgánica, otros lamentablemente fue psíquica. y así siguieron
los dispositivos funcionando de forma autónoma y un tanto esquizoide por las
praderas desérticas de la limitrofía de la civilización. todos seguían hablando
castellano, y usaban sus chismes tanto como la erección erógena lo permitía.
agujeros y más agujeros que contornear. palabras como ‘polis’ o ’optimismo’ y ‘millennial’ constituían junto con otras
categorías un panorama bastante caro. más caro que un nombre propio: su práctica extinción.
el anquilosado espíritu
aprovechaba, cuando su ser lo posibilitaba, y se iba de excursión. adoraba
cuando por casualidad se encontraba con una tramontana. creía que era el punto
geográfico en el que algo pasaba, algo mítico podía pasar o ya había pasado.
una fuerza mística traducía la ventolera que violentaba sus ropas. escuchaba
ruidos de civilización por allá. gritos más abajo. veía una ciudad, un pueblo,
unas ruinas comidas por la vegetación, incluso cuerpos de animales ya sin vida.
no había prácticamente cuerpos humanos por allá. fantaseaba con encontrarse con
una chica con la que follar, pero se dio cuenta después de meses que ese
pensamiento ponía en detrimento su psique. dejó de masturbarse y decidió ir más
de excursión. lo que hizo que su monto de víveres aumentara.
entonces, ¿cómo murió?
hace unos días, se fue de
la cueva. era de día, cerca del mediodía. abandonó sus reservas bajo una piedra
lisa, en uno de los costados de la guarida. en la izquierda. apartó los troncos
quemados al otro lado y salió de allá. después de una buena jornada, regresó
con un móvil, un libro sobre electrónica para Dummies, bayas y algunas
chocolatinas. fue hacia la roca lisa para organizar el nuevo material y su
ilusión tras el descubrimiento espontáneo de un horizonte de posibilidad. estando
de espaldas vio una sombra aproximarse, pero no escuchó. pensó que era un
animal. se le abalanzó un tipo con un caño torcido y oxidado. le golpeó
secamente en la cabeza y se puso a convulsionar en el suelo. el otro se asustó.
pensó que caería desplomado sin más. salió corriendo de allí.
pasadas unas horas,
volvió otra vez. el tipo vio la cara del espíritu anquilosado en el suelo.
tenía los ojos abiertos y su cabeza reposaba sobre un charco de sangre, origen
de los hilos granates que corrían hacia la entrada de la covacha. revisó la
cueva. miró las reservas. cargó la mochila. se marchó. corrió.
pasaron las horas y el
cuerpo allí tendido empezó a oler fuerte. lo suficiente para atraer a osos
pardos de bosque que habían emprendido un viaje hacía unos días. entraron en la
cueva y, desde fuera como si tuviésemos una cámara, sabríamos que hay un cuerpo
siendo mutilado por zarpas más grandes que un cogote, pero solo se ve un grupo
de espaldas peludas y graznidos con un eco que resuena a óxido.
Feliz Cumpleaños,
espíritu anquilosado.
13/02/2040
los
conceptos son, para mí, ahora que lo pienso, aquí como siempre, una realidad
tremenda. cada vez que me pongo a pensar, sólo, como ya dije sobre los
automatismos, en la muerte, en mí muerte, el concepto viene para salvarme de
ella. me salva de toda esa madre muerte. me siento mejor a ratos cuando puedo
pillarla allí. concentrarla en un concepto. me sienta bien. aunque, si es como ayer,
y como algunos otros tantos días pasados, me quedo frito. no sé si alguien
leerá esto. escribo para mí, sí, pero no consigo sacarme de la cabeza que
alguien me leerá. que alguien se apiadará de mí. sentirá pena y hará un
homenaje en mi nombre. tal vez no sea el único que piense así. los otros días
ya dejé claro lo que pensaba de aquellos gritos de auxilio que venían del
bosque, allá abajo. ¿me estoy volviendo tarumba? supongo que pensar que hay
alguien ahí me da la suficiente fuerza como para seguir escribiendo con algo de
sentido por más que la verdad me carcoma cada dos por tres.
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