los pliegues siguen produciéndose. no hace más que hablar, y reflexionar, como un avión de papel que no termina de perfeccionarse. ya sopló en la punta muchas veces, pero no agarro el cuerpo y lo lanzó. sí, tal vez hayan venas pero más bien tiene que ver con un cetro olvidado. es la rugosidad del palo, y la mística de su procedencia inventada. una creencia creada. pero ya basta de esto, pasemos al tema.
la canción ( " ) empieza con una sutil introducción tonta. siento
un desapego, y al mismo tiempo una invitación. ruido de un beat sumergido, tal
vez aplastado, por algo, tal vez una forma poco apremiante, un belleza que no
deja de ser exhumada, pervertida y re-creada. pienso en Connan Mockasin por un
momento. luego se esfuma, y con él una idea. planteo, planeo, una especie de
huida pensando en que, tal vez, sea una de esas canciones que, como los tickets
dorados para entrar en la fábrica de Charlie, te permiten entrar en su mundo,
bueno, en su empresa [aquí intentaba ir de listo, como en todo el texto claro].
evidentemente, no está exento de ritmo, pero son otros raíles, y otros
compartimentos, y otros destinos, y otros etcéteras.
súbitamente la canción re-empieza. como un portazo, se
deja caer una pluma en pleno otoño. el compás acompañado de una guitarra suave
y un riff muy tranquilo, y una voz fantasmal, cuyo eco pretende asomar una
verdad, un futuro pretérito. algo por haber hecho está haciéndose. los
instrumentos no parecen estar separados, funcionan armónicos y dan lugar a una
paz en pleno campo de batalla. como visitar los típicos museos mausoleos de
blanco en pleno corazón de la ciudad, tamizadas obras con recuerdos de Benjamin,
y alguna que otra propuesta no tan accesible: un proceso imaginario y no un monumental simbólico (tienen los
marcos pintados).
una melancolía, pero homenajeada, se muestra cándida
en mi pecho. entiendo alguna letra de la canción, algún lyric, pero me quedo
con el sonido de esa voz ligeramente rasposa, fina, como si el Overdrive de la
guitarra/bajo estuviese activado. pero a media asta. el tono huele a frescor
cálido [ni puta idea de su escala] y, como un guía de exposición, acompasa el
lugar con su baja voz hilvanante de suspiros camuflados bajo palabras que, más
adelante, analizaré.
la cosa pinta bien. al menos la mía. los agujeros de
mis orejas que quedaron abiertos, siempre abiertos. condenadamente abiertos,
están tranquilos.
es como una canción relajada de Tycho o una de las
muchas Lo-Fi que hay por ahí rondando y petándolo con visitas (sobretodo domingueros
caseros con un té, un café, una infusión,
mientras se reconcilian [o como yo, lo intentan] con su angustia adolescente.
adolezco también, pero no por ello martirizo, sino más bien Martinizo [esta
referencia a la bebida es algo más que homofónica, detesto esa bebida].
podría seguir comentando el sonido, pero iré a por las
palabras, a ver que tal.
abre
el explorador. pone “lyrics 197…” le sale una predicción automática y le da un
click. se va a la segunda entrada. la lee detenidamente, parece que está pensando
algo. el entrecejo se fruñe y la rueda del ratón prosigue su deslizamiento.
la letra recuerda, efectivamente, a un adolescente
angustiado. pero, como está en pasado, parece que se refiera a sí mismo, a ese
momento, como un momento de verdad. una dolencia genuina en el corazón de las
tinieblas juveniles. todo eso de lo que se encarga de sobreexplotar la industria
cinematográfica y “seriatrica” [sí, series y geriátrico, es usual escuchar a la
gente de mi quinta decir que están muy viejos]. Heathers, El club de los cinco, incluso La ley de la calle [tremenda], The
Warriors, además de Masculin/Femenin o
Wild at Heart [sí, todas muy
dispares, espera] y así unas cuantas parecen tener algo en común: definen algo. no me refiero a “oh! está
triste, debe de ser por X” sino más bien “eso es tristeza y se debe a ello”. un
retrato del zeitgeist implica a un
retratista. sin más. de ahí que lo que se haga desde y para ello construirá una
yoicidad y una disposición discursiva ante la emergencia de los agujeros [y sí,
también los pequeños que hay en el párpado inferior]. uno se siente menos sólo
[de ahí lo de geriátrico también], es verdad, pero, ¿y si la búsqueda de
sentido no es más que la simple demanda del cuerpo por ser escuchado? es decir,
¿no es que nos estamos flipando mucho? dicho con otras palabras: sabiendo que algún día la vas a palmar ¿no
es acaso eso un tremendo sentido?
la cuestión radica entonces en algo más referido a lo
patológico del buscador de sentidos. la
personalidad sigue definiéndose en un entorno sobredeterminado con una tremenda
referencialidad simbólica. hay un montón de cosas con las que definirse, y
dejarse definir. la voz propia codifica su estilo mediante esos locurales
[locura y culturales. sí, es bastante cacófona la palabra, lo mismo el lugar
que funciona jerárquicamente mediante un dispositivo de distinción].
se
dio cuenta que su palabrería estaba despegando hacia otros lugares. el título
pareció asomársele mientras escribía. como un latigazo silencioso retornó a la
letra de la canción.
hay hasta referencias al Marqués de Sade en la letra
cuando dice “Justine never knew the rules”, y prosigue con un comentario en el
que la persona joven que está siendo descrita [más bien la juventud] queda
retratada [aquello del párrafo de arriba] bajo el amparo de una marquesina.
enmarca bien como la presencia de una ética de los débiles,
una compasiva, toma la “morfine” como una habilidosa definición de la realidad.
como un nexo posibilitador: la síntesis
de la condición de posibilidad para toda ética compasiva. creo que a Nietzsche
ya le importa un bledo esto, de hecho no hay más de él por ninguna parte. ahora
andan por acá Slavoj y Peterson. uno dicen grande y luego su sombra. a mi el
primero me resulta chistoso, el otro, no sé por qué, pero me trae la imagen de
Lacan asqueado. como ebrio de algo nocivo, encerrado en su propia condición y
chocando contra todas partes y vociferando. Lacan bebiendo a Bukowski escrito
por Carver y revisado el texto por algún periodista buscando alguna exclusiva
para su periódico. teléfono roto con Android y poco espacio de almacenamiento “borre archivos para actualizar la
aplicación”.
uno de los versos, justo el coro dice “and i don’t
even care to shake these zipper blues” y el resto va por ahí hasta la muerte.
pero es corto. una pequeña muerte. es lo que suele pasar con los chorus: gratifica. no pondré ejemplos
sólo uno de una canción que me hace mover la cabeza [y cuyo videoclip parece un
anuncio de Windows]: TOOTIMETOOTIMETOOTIME de The 1975. sexo en cuerpos
cargados de proteínas preparadas para la ignición de un cuerpo maduro. todas
rebotando y buscando la forma de taponarlos. muchas veces pensé en la práctica
sexual tendiendo un puente en el cómo uno
escucha música. meterme en el que música
[sí, que sin acento, óntico, corchos] hubiera sido una tarea con la que no quería
lidiar por aquel entonces. así que mirando el cómo de cada quien empecé a hilvanar cosas. había de todo: los que centraban su atención en algún
instrumento en especial, otros que recordaban el videoclip cuando escuchaban la
canción, el baile, cantaban acompasados (tanto la voz como otros instrumentos),
los totalmente entregados a la composición musical, los que aprovechaban para
chupar todo lo que pudiese y luego aplicarlo en sus composiciones, etc… nunca
creí que pudiese crear un corpus teórico de ello, pero me lo pasé bien cuando
hacía las comparaciones. evidentemente había bastantes lecturas sobre
psicoanálisis atravesando ese puente como la referencia a agujero, borde, pulsión, objeto, etc.
le daría más fuelle, pero la canción es un cojín para
apoyar la soledad y calmarla con una buena compañía deliciosamente poco
ruidosa.
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