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Niño Responsable


Rendido ante tu colosal forma, me rindo y rehuyo mi ser a la esquina fetal de la que procedo para no mirarte a los ojos y volver a caer en el delirio de mi desesperada existencia. Vivo en tensión, porque quiero, me mantiene vivo, y a fin de cuentas ¿Qué es estar vivo? Pues no tengo respuesta, al igual que la mayoría de cuestiones que me planteo cuando me planto delante del espejo. Esperando un milagro o más bien que el resto haga milagros y decidan por mi aquello que desde mi rincón no puedo hacer.

Sumido en el caos de respuestas no considero ninguna una opción, ninguna a escoger y seguir. Siento que me falta el apetito, la ambrosía que surge cuando siento pasión por algo e incluso alguien, ¿Dónde están los días en los que me alegraba perderme por entre la niebla?, ¿Dónde están las horas perdidas pensando en que hacer, y con quién? Estoy en el limbo, caminando en la zona congelada de una bola de fuego, recostado en una nube y desespero por que se deshaga para poder así caer hacía algún sitio, como si fuera el cuello de un volcán e incluso el de un dragón, algo que me saque del tedio, del sentimiento de la monotonía… algo.

Otra vez, busco pájaros, bajo, en el mar. La náusea, aquella que me alegraba de solo sentirla, la tristeza, la alegría, pequeños regalos que se presentaban bajo la capa de los acontecimientos fortuitos e inocentes. Suscitaban algo, me sacaban del tedio, me hacía exasperar, asombrar, me enamoré de ellas y cada una, haya sido buena o mala, y quería más muchas más. Ahora la montaña rusa ya no tiene subidas ni bajadas, solo una velocidad vertiginosa que me deja consternado, paralizado por la velocidad a la que poco a poco mi cuerpo se va haciendo alimento para los gusanos y lágrimas para mis cercanos.

Puesto que la inactividad tanto cerebral como corporal mata mi existencia, ya no sé si lo que vivo es realmente la vida o algo peor. No sé si lo que me lleva a estos pensamientos vacuos sirve para calentar mi alma y saltar a la nada, volver al sitio del que vengo y al que voy. No sé, no sé...

A lo mejor, allí está la problemática, a lo mejor, el cambio supone el conocimiento, o más bien, la falta de conocimiento, a lo mejor, tengo miedo a enfrentarme a la realidad, aquella que con cada palabra y cada deseo se refleja mi espíritu. Supongo que mi inconsciente se habrá cansado de tanto mirar a otro lado, centrarse en lo que no soy y obrar con la mirada fija a lo que dejé de ser pensando en qué no me gustaría ser en un futuro. Tengo dos manos, tengo dos pies, uno piensa en pasado, otro en futuro, pero ambos en presente actúan, agarran cosas, pisan, se estiran, se esconden y no se obran a pesar de quererlo y desearlo con todas sus ganas, esa pasión con la que se hacen las cosas de pequeño, sin miedo a nada, no había porqué preocuparse, ni porqué arrepentirse previamente por el simple hecho de pensar algo semejante. Se podría decir que los niños son corajudos, pero inconscientes, impulsivos, unos mandados del placer y el deseo primario, pero felices en la ignorancia. Ahora aprendí a conocer el mundo que me rodea, veo leyes, veo protocolos, veo pecado y prohibición… veo soledad, veo muerte y sufrimiento a causa de ello. Todo a mí alrededor muere, una pareja rompe, alguien es despedido, algún accidente amputa alguna parte del cuerpo, se me acaba el té, vuelve la gente a su país o nos vamos nosotros… Todo muere…

Pero, ¿porque solo veo amputaciones?, ¿porque solo veo roturas amorosas e incluso despedidas tristes? ¿Por qué veo la muerte como algo triste?, ¿Por qué me consterna tanto la idea de la soledad y la muerte?, creo que encontré por fin el tema. Creo que al final la pasión se encuentra en la búsqueda del porqué aparece el miedo y la ansiedad, llevándome al rincón donde nada pasa, donde solo los ojos de la bestia son los que veo rodear la burbuja dejándome arrinconado, contra las cuerdas.

La sangre comienza a hervir, cuanto deseaba un comienzo, cuanto necesitaba que la energía de mi sangre latiera más fuerte, aumentando el espectro de frecuencia de mi catalizador emocional. Empecemos entonces a mirar a tientas donde puedo pisar y donde debería pisar con más fuerza para tocar bien el fondo. Ansío sufrir y alegrarme como solía hacerlo de niño, contento de mí mismo, seguro como si fuese inmortal, poderoso.

El conocimiento sobre mi existencia se condensa en tres bloques, lo que fui, lo que me hubiese gustado ser y lo que soy. ¿Qué merezco?, ¿Merezco seguir así o merezco un cambio? Todo el mundo a quien pregunte me lanzarán hacia donde supuestamente va todo el mundo, algunos me querrán tal cual soy, y habrá otros que me dirán la verdad, e incluso mejor, nada. Prestaré entonces atención a aquello que mi corazón dicte, y mi corazón tiene tres ojos y tres brazos, de los cuales me da esperanza, miedo y deseo. Todos esos sentimientos son recuerdos o construcciones adaptadas a lo que en mi imaginario gestó. Esos tres monigotes que nos hacen más que pelearse entre ellos y me impiden ver algo, me arrinconan, son unas bestias sin control, ridículamente horroríficas. Son la causa y yo el efecto de su descontrol.

¿De dónde recojo yo la fuerza para pararlos?, quiero partirles la boca a cada uno de ellos, atarlos a algún sitio, son como niños pequeños peleando por algo que no tienen, que soy yo. Me quieren, pero no me tienen, necesito de su cariño y comprensión, me siento como un mártir que solo se dedica a observar y a sufrir en silencio las agonías y los berrinches del resto sin yo poder hacer nada, absolutamente nada de nada, tengo miedo del miedo, estoy consternado, sufro parálisis, apoplejía por culpa de un exceso denso y abrumador de pánico.

No sé qué hacer, no sé… Otra vez, vuelve a mí como las estrellas a la noche resurgir, aun sabiendo que siempre están allí siendo de día. Ciertamente, creo que aquí encontré algo, los niños ciegos por el calor del sol se mueven de aquí para allí como hojas caen de los árboles, todo está iluminado, y solo se teme a aquello que nos lo tapa. Me siento como si esa luz solar, haya muerto y por ella se haya cambiado en los bastidores con la luna. Es de noche, y la luna se ve porque el sol le sonríe detrás de las cortinas mientras ella danza para mí delante del decorado oscuro, frio y la luz esperanzadora de las estrellas. Moviéndome por entre las sombras como puedo y recordando que el sol sigue allí no abandono lo conocido, bajo una farola el suelo brilla y lo hace por su ausencia unos metros más allá, no puedo correr, ni saltar. Soy consciente de mi ignorancia ahora, soy consciente de aquello que me hace daño y que es lo que me engañará, preciso el momento en el cual la muerte se pronunciara, vigorosamente cortante los hilos quemará y la tristeza ardera en cada una de las puntas, a cada cual más doloroso cuan más cerca de sí haya atado su correspondiente extremo. Por decirlo de algún modo, soy consciente de mi miedo, y este miedo, me consterna. Es la imaginación, la recreación mental de lo que aún no ha pasado, pero ya, desde un principio, sé que el resultado no será bueno, lo sé, estoy seguro de que la muerte será inmanente y brutal, no puedo, no puedo hacer nada contra ello, prefiero… no actuar.

Estoy perdido en el delirio de mi mundo, y mi mundo es el lenguaje junto con las relaciones que hago con el de la realidad, luego el lenguaje no es más que una herramienta desiderativa en este momento, y está delirando. Las facultades de ejecutor se han quedado atrás, y con el tiempo noto como se están oxidando en un sitio oscuro donde la humedad y la peste pudren su cometido esencial para mí ser. Pienso mucho, complico las cosas, me doy una excusa para no actuar, diría que es un mecanismo de defensa, pero, ¿Defensa de qué?, si no sé si quiera quien soy, ni donde estoy. Por más que pase el tiempo solo, no consigo conectar conmigo, por más que esté con gente me siento solo, sé por dónde van y que me quieren demostrar, que son buenos amigos, que bailan bien, saben llevar situaciones, saben amar a una mujer o a un hombre, pero eso, nada tiene que ver conmigo, son problemas suyos, son cosas que cada cual necesita mostrar, es lo que son o producto de lo que otros fueron con ellos, hiperactivos o calmados, extrovertidos o introvertidos, preocupados o despreocupados… Cada cual sabe quién es pareciera, cada cual hace sin dejar de ser sí mismo, conocen y confían. Por el contrario pareciera que soy el anticristo, no puedo otorgarme el placer de llamarme pesimista, puesto que cada cinco segundo repito la muletilla de ‘’no sé’’, ni tampoco optimista por la misma razón. No comparto nada con ellos más que la condescendencia que me permite el piloto automático, aquello a lo que estoy acostumbrado a hacer, eso que siempre viene bien para salir del paso y no preocupar a nadie con la preocupación propia. Podría decirse que mi posicionamiento mental y físico es del limbista, el limbo, la inacción.

Sé que si no actuó seguiré igual de insatisfecho, sé que si no actúo solo pierdo mi tiempo y es escaso pareciera, la pasividad de la muerte de escalofríos y aún más el tic-tac de su reloj. Sé que lo que me haya pasado no merece más mi atención, ni tampoco las proyecciones futuras que se hagan, a lo mejor, estoy acostumbrado a las desgracias, de las cuales muchas nunca llegaron a producirse. A lo mejor, ahora no es el momento de plantearse o crear una defensa pensando que no es realmente el momento de actuar. A lo mejor, el actuar es sacrificar algo mío, algo pequeño, y a medida que ese sacrificio se va haciendo uno se acostumbra a él. Pero, este sacrificio no lo hago en vano, los griegos no sacrificaban animales en el Ara Pacis por diversión, sino por los dioses que creían darles fuerza y buena cosecha. ¿Por quién entonces sacrifico mi ser?, ¿Quién es meritorio de mis sacrificios, y quién se contentará de ellos?

Supongo, que como a los griegos, aquello en lo que creo, y porque no, mejor aún, en lo que existe y se ve. Tengo estas manos y estos pies, tengo estos ojos que reconocen lo que ven, tengo esta consciencia que vela por mí y me reconoce cuando ojos ajenos no me llegan a ver, y se asombra por aquellos que consiguen apartar las apariencias descubriéndome desnudo ante esos ojos desnudos también. Me acompañaran hasta la muerte, la soledad se torna amena cuando la conoces, y no la ves pegarse a sí misma delante de ti, presenciándola desde el rincón. Creo que la acción empieza por ahí, ser consciente de esa consciencia, y entablar contacto con lo natural, que es esa soledad, preguntarle ¿Puedes parar?, ¿Tenemos que hablar?, ¿Quién o qué te ha hecho esto?, y ¿crees que se merece más granitos de arena o tics en el reloj?
Muertes hay millones cada día, pero vida hay solo una, la que solo mis ojos pueden ver.

Con lo que soy, me basta para funcionar, y soy, lo que hago y decido hacer. Es mucha responsabilidad, es mucho poder, y creo que no lo puede ejercer, puesto que en el delirio me prefiero perder, y consecuentemente en la inactividad. Actuar o no actuar, son dos opciones, deciden el futuro de existencia, ¿Me agarro a esta soga y dejo de agarrar la que ya tenía o por el contrario dejo que se balancee cuanto quiera balancearse hasta que se vaya y me deje de tentar?

La libertad se encuentra en saber decir que no, pero también en saber cuándo decir que sí, es ese saber el que me perturba, esa piedra que me hipnotiza en el camino y me tapa las otras, más simples y redondas, no picadas ni dentadas como esta. ¿Por qué le presto tanta atención a esta piedra, de apariencia tan difícil y complicada?, ¿Por qué me tiro horas y horas mirándola fijamente y perdiéndome en cada una de sus caras buscando algo que supongo nunca encontraré? Seguramente sea porque me gustan los retos, o incluso puede que necesite ponerme a prueba para ver de que soy capaz junto con mi imaginación, y probar que mi pensamiento puede llegar hasta rincones insospechados y asombrarme de mi grandiosa y sublime capacidad de razonamiento. Pero, ¿De qué me sirve?, ¿Para qué, si lo único que consigo con eso es la inactividad y más razones para tener miedo? Supongo que el verdadero reto entonces no se encuentra en probar cuan loco puedo llegar a estar, o cuan delirantemente genio puede ser, creo que estoy mal enfocado, distorsionado por algún motivo que desconozco y que solo mi inconsciente sabe bien, aquel que guarda el historial de todo lo vivido. Puesto que he llegado hasta este punto fallando y acertando, diría que el final de todo no es el pensar solo, sino la síntesis entre el poder pensar y su aplicación, su activación en la realidad. Actuar en consecuencia de aquello en lo que se, actuar en el ahora y ser consecuente con lo que creo, seguro de que lo que estoy haciendo lo hago por algo, un salto de fe, en mí.

Solo así, saltando al cuello de un volcán, puedo y podré esquivar las piedras que se descoloquen, o las corrientes de calor que me abrasen la piel, solo así podré probarme a mí mismo y ver que poco a poco esto va saliendo solo, como ahora, poco a poco vuelvo a tener ganas de mirar donde antes hubo muerte, analizar que hice y ver qué puedo hacer cuando la diosa Fortuna se presente otra vez ante mis ojos, brindándome la oportunidad de volver a vivir, mejor y más fuerte. Esto, no se para, es imposible que no deje de actualizarme, soy potencialmente un muerto, pero también soy potencialmente creador de vida, cada acto, anima el entorno en una dirección u otra, yo decido con que quiero cargar y cuando lo quiero dejar para con menos peso y angustia seguir viajando. Mi ignorancia es infinita, al igual que el saber, por eso me gusta recordar que cuando era niño teniendo por aquel entonces seis años quería tener en mis brazos a mi hermana, y caprichoso quería sujetarla entre mis brazos, hasta que decía, soy un niño responsable.

Creo que por hoy ha habido suficiente de esto, mañana quiero un poco de lo otro, me tomaré el lujo de vivir mi vida, mi contingente y finita, pero asombrosa vida. Esperando volver a coger en brazos aquello que quiero cuidar, y sentir el amor del abrazado en las páginas en blanco que se llenan de saber e ignorancia y el potencial infinito por descubrir y asombrarme descubriendo. Así que, doy las gracias al nunca poder dejar de aprender y mejor aún, aprender a amar y dejarse amar.

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