No suelo escribir una nota para fin de año. De hecho, solía pasarme las mañanas de este día pensando que haría a la noche, creando representaciones de lo que podría llegar a suceder o simplemente invadiendo mi cuerpo de memorias. Tengo, por así decirlo, memorias en la recamara. Hoy, esta mañana, me levanté sin pensarlo mucho, pero sentía el cargador lleno. Presiento que una lágrima, por muy tímida que se ahogue en mi lagrimal dará comienzo a un tenue río por mis mejillas. Recuerdo y me duele. Supongo que es normal. De hecho, de lo que se cura uno en psicoanálisis es de la enfermedad de recordar. Pero esto es distinto. Atesoro el amor que hubo en esos días. Añoro con cariño esas horas de preparativos, el calor en pleno fin de año, las risas en otro idioma compartido y pensamientos de otros comunes. Un poco de frío, pero nada más caliente que unas verduras asadas en una parrilla china. Mezclas raras entre oriente y occidente que se despliegan, gracias al amor, por cada uno de nuestro...
En este blog describiré a través de párrafos de longitud indefinida la temporalidad de las afecciones que acontecen en mi. Sumergido en la cotidianeidad de las palabras de que estamos hechos lanzaré caricias y puñetazos por igual a aquellos espectros erógenos que relampaguean desde el estremecimiento del islote.