Abro los ojos en mitad de la madrugada. Los ojos enrarecidos como de costumbre, no dan tregua. Los pensamientos tampoco. Agarro el móvil para comprobar si mi reloj interno está adelantado o atrasado. La luz de éste me ciega, me produce un escozor. Cae una lágrima. Las 6:07am. Lo apago y me vuelvo a acomodar sobre el cojín. Pensamientos no cesan de venir. Algo los motiva. Un piloto automático de goce. Un blablablá que no parece tener fin. Siento que ya está, ya me levanté, ya no hay vuelta atrás. Vuelvo a por el móvil y me pongo a mirar redes sociales. Pongo un podcast de una radio argentina. Dejo el móvil recostado a mi lado. La luz de la pantalla ilumina un poco del cuarto. Se filtra por la cortina una tímida luminiscencia matinal, cutre. Prefiero cerrar los ojos. Ahí va, un torrente de palabras con acento de casa corriendo como la pólvora hacia un lugar que no me interesa. Interludio hasta que vuelva a dormirme. Ojalá pueda. Ojalá pueda volver a no estar y no sentir la urgencia de ...
En este blog describiré a través de párrafos de longitud indefinida la temporalidad de las afecciones que acontecen en mi. Sumergido en la cotidianeidad de las palabras de que estamos hechos lanzaré caricias y puñetazos por igual a aquellos espectros erógenos que relampaguean desde el estremecimiento del islote.